jueves, 18 de julio de 2013

Macacha Güemes.





                                                                                
Macacha.                                                                    Martín Miguel 


En la semana de la Independencia es interesante realizar algunas miradas desde un pensamiento propio acerca de 1816 y acerca de la continuidad histórica de esa independencia. Pensar, que quiso decir aquello de ser Independientes de España y de toda otra dominación extranjera en el contexto colonial y en el actual. Reflexionar acerca del significado que tiene para cada uno las palabras libertad e independencia. Preguntarse acerca de cuáles son los reales próceres que tuvieron que ver con nuestra independencia y cuál fue el  rol de la mujer en aquella época y en aquellas  luchas.
 Suprimir lo que hicieron  todas esas mujeres – damas, esclavas, trabajadoras, indias, letradas o analfabetas – que formaron junto a los hombres el ejército anónimo de la emancipación nacional constituye una injusticia que parecería tener un final  actual y vigente:  buscar expropiar el  pasado revolucionario, que es el de la patria, impidiendo  una  realización que sólo es posible con la resurrección de la actividad política y la incorporación de las mujeres  como dirigentes políticas y con posibilidades de ocupar espacios de poder.
 A pesar de ese silencio  histórico y cultural, la tradición oral de la Provincia de Salta ha legado la imagen de una elegante muchacha, vestida como los paisanos, repartiendo alimentos a los necesitados, luchando en las montoneras y realizando tareas políticas


 Ella es María Magdalena Güemes, nacida  en  de Salta, el 11 de diciembre de 1787 en una familia perteneciente a la de la  “gente principal”. Su vida estará unida a la trayectoria revolucionaria de su hermano General Don Martín Miguel de Güemes.

Macacha, como siempre se la llamó, se había casado en 1803, a los 16 años de edad, con Román Tejada, perteneciente a una antigua familia española de Salta  y, cuando estalló la Revolución de Mayo,  junto a primas y amigas, convirtió su casa en taller de confección de uniformes para los soldados del Escuadrón de Salteños organizado por su hermano. En aquél hogar, desde 1810 hasta 1824, además de taller, se refugiaron  jefes, oficiales y soldados, y se constituyó en centro de propaganda de  ideas revolucionarias.


Se convirtió en la más apasionada colaboradora de Martín Miguel ; supo aprovechar sus cualidades; su extraordinaria imaginativa y posición económica para ejercer tareas aventuradas, esencialmente cuando los realistas irrumpían la ciudad de Salta, y Güemes los embestía con todos los medios a su alcance.

Organizó un sistema de inteligencia al servicio de los patriotas, compuesto por mujeres espías que asistían a los banquetes y fiestas en los que la alta clase, traidora y proclive a los españoles  vertían sus infidencias. Fascinados por las sugerentes salteñas de negros ojos brindaban información de contenido político o bélico que luego las criadas escondían en los matorrales y los gauchos de Güemes retiraban por la noche.

Magdalena además participó de forma activa en la guerra gaucha que organizó Martín Miguel para defender la frontera. Cuentan que en una ocasión, un destacamento a sus órdenes retrocedía ante el enemigo, pero ella se adelantó y les gritó: ¡cobardes, vean cómo  pelean las mujeres en mi tierra! Empuñó su lanza criolla y se dirigió a todo galope hacia el enemigo. Los gauchos volvieron sus caballos y la siguieron hasta derrotar por completo a los realistas.


Además, propietaria de una gran sagacidad política, la puso al servicio de su hermano en las circunstancias más dificultosas, como en 1816, cuando estuvo a punto de concretarse el enfrentamiento entre las fuerzas de José Rondeau, representante de Buenos Aires con las milicias de Martín Miguel de Güemes.

 José Rondeau,  con ese ideario centralista que caracterizó a los porteños,  al mando de las tropas del Alto Perú, fue derrotado en la batalla de Sipe-Sipe y luego  confrontó con Güemes por diferencias políticas y lo declaró "reo de Estado" al no conseguir que el caudillo gaucho acatará los ordenes porteñas.

Rondeau, acometió sobre Salta provocando la emigración y el descontento de toda la sociedad. Se estableció una guerra de recursos entre ambos bandos. Macacha, se desenvolvió como mediadora, organizó una conferencia entre los jefes enfrentados quienes suscribieron un compromiso de no agresión, paz que es conocido como el " pacto de los Cerrillos".

 En la noche del 7 de junio de 1821  Güemes fue engañado, creyendo que  respondía  a un  llamado de su hermana, fue baleado y mortalmente herido para morir diez días después. La muerte de Güemes se atribuye a una partida realista, ayudada por la “gente principal” de Salta, es el único jefe militar muerto en el campo de batalla.

Macacha continúo participando de los sucesos políticos de su provincia, con la valentía que la distinguía. Intervino en la llamada "Revolución de las Mujeres" que, con el apoyo militar de Pablo Latorre derrocó al gobernador Fernández Cornejo y puso en el cargo al general doctor José Ignacio de Gorriti y durante toda el resto de su vida se involucró en actividades políticas, desde el lugar que le permitió su rol de mujer.

Macacha Güemes murió en su ciudad natal el 7 de junio de 1886 y, por su carisma su pueblo la recuerda hasta nuestros días.

Conocer  acerca del Padre de los gauchos, Martín Miguel  de Guemes,   su vida, sus sueños e ideales de libertad e igualdad para blancos, indios y mestizos y  a su  hermana  que  trabajó a su lado,  luchando para conseguir un país honesto e independiente para todos, nos permite reconocer su aporte a  la libertad de la que gozamos en el día de hoy.

Ojalá  el destino de las mujeres argentinas del siglo XXI sea el de convertirse en  protagonistas de un nuevo abrazo: el reencuentro del pueblo con su conciencia histórica. Y tengan en la valerosa Macacha,  y tantas más, a los símbolos indestructibles del ingreso de las mujeres a la Historia.

MACACHA

"Era un junco del minué

la hermana del guerrillero.

Con su talle se enjoyaban

los coloniales espejos.

Al recibir su mistela

se inclinaban los caballeros,

el zapato con hebilla

y la camisa con vuelos.

Quién la viera en el caballo,

con la chaqueta de cuero,

cubrir vacantes de sangre

en los rudos entreveros.

El poncho en sus hombres cura

nostalgias del terciopelo.

Se han hecho para la guerra

sus ojos color de acero.

Como su hermano Martín,

jineteó potros en pelo,

corrió ganado en el monte,

bebió chicha con el pueblo,

y cuando suene el clarín

galopará selva adentro,

entre lapachos y cardos,

entre chalchales y ceibos,

casi todas flores rojas,

como si el monte guerrero

sólo floreciera sangre

a tono con esos tiempos.

Macacha, Macacha Güemes

se ha contagiado de hierro.

Ya no la nombran los pianos;

los pianos quedaron lejos.

Para siembre la ganaron

las espuelas sin sociego,

los tambores de voz ronca

y el clarín del entrevero.


Julio César Luzzatto


4 comentarios:

  1. Hace reflexionar sobre las personas auténticas, y sobre como se utilizan las cualidades de cada uno. La historia resalta los papeles de los hombres pero si leemos con atención hay mujeres que tuvieron un papel relevante.
    Un beso.

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  2. Creo que el papel de las mujeres estuvo invisibilizado en todas las épocas, recién en la actual, se están ganando muchos espacios. En el Siglo XIX, apenas eran el apéndice del hombre que tenían cerca.
    Gracias por tus aportes. Oliva.

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  3. Un testimonio interesante; el mensaje de Macacha desafiante para su época, seguramente, como lo dice la conclusión prenderá en la mujer de hoy, que sin duda se mueve en todos los ámbitos y en el político, no solo junto al hombre, la mujer de nuestra época tiene brillo propio.Hermosa la poesía!!!

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  4. Gracias Alejandro. Realmente Machaca, es un personaje que me pareció muy interesante investigar. Saludos

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