Pasó los 30 últimos años de su vida en el manicomio de Montdevergues.
Allí murió sola. Abandonada por todo el mundo, incluida su familia. Camille
Claudel (1864-1943) cargaba a sus espaldas, 79 años de una vida tan dramática
como fascinante. Y aún tendría que transcurrir mucho tiempo para que se
reconociera su talento como escultora. Sobre todo, para que su personalidad
artística volara por encima de su relación con Auguste Rodin. Su maestro. Su
amante. Un genio déspota del que Camille fue víctima. Como lo fue de su
familia y de la sociedad misógina de la
época.
La vida de Camille.
Camille fue hija de una familia
pequeñoburguesa en Villenueve, Francia. Tenía una pequeña renguera, que en
parte marcó su vida. Desde muy joven
mostró gran facilidad para crear formas con sus manos. Trabajar y moldear todo
tipo de materiales. Pero el talento natural no fue suficiente y buscó la
maestría de la técnica en un taller. En su ciudad descollaba por su arte.
Su familia, jamás la comprendió. Un padre violento, una madre y hermana
que prácticamente la odiaron por su talento y porque las convenciones de la
época no podían aceptar que una mujer estudiara arte.
Su hermano menor, Paul Claudel,
escritor muy reconocido, consiguió que sus padres autorizaran la entrada de su
hermana en un taller de Auguste Rodin, famosísimo escultor. En ese momento
Camille tenía todo para triunfar: talento, inteligencia, coraje, belleza.
Rodin, el maestro y el
amante.
Rondaba los 20 años y se
encontraba en la plenitud de su belleza y de su fuerza creativa. Rodin y ella se
hicieron amantes inmediatamente. El
tenía 44 años y una apariencia imponente.
Los tormentos amorosos no tardaron en llegar. No es sólo que él fuese un
hombre casado y promiscuo, sino que incluso tenía otra "amante estable", Rose Beuret, que
se convertiría en gran enemiga y pesadilla recurrente en la vida de Camille. La
relación amorosa y de aprendiza duró casi diez años. Y los ataques de celos y
peleas fueron públicos y constantes. Su familia se desvinculó de ella, al
enterarse que vivía “en pecado”. Nunca llegó a convivir con Rodin. Se dice que
Camille quedó embarazada en varias ocasiones, pero no se sabe si llegó a dar a
luz o entregó sus hijos en adopción. De un modo u otro fue una experiencia
desgarradora.
En esos años esculpió obras maravillosas como El vals, Sakuntala, Las
bañistas, La edad madura ( alegoría de su propia vida) pero la mayoría de su obra se ha perdido o se halla
desperdigada por el mundo. Del conocimiento de su obra puede deducirse que si
bien Rodín influyó en su arte, no puede cuantificarse cuanto influyó ella en la
obra de él. El tiempo que permanecieron juntos fue el de mayor creatividad de
Rodin, pero sus obras aparecen muy semejantes. ¿Quién copiaba a quién? También
aparecen innumerables esculturas sin firma, que automáticamente se adjudican a
él, pero que tienen más el estilo de ella. Rodin se ocupaba de sus necesidades,
pero jamás le pagaba un sueldo, ni como ayudante, ni como modelo, rol que
muchas veces desempeñó.
Ella aprendió rápidamente y Rodin le permitió participar en muchas de sus
grandes esculturas. Aunque, temeroso de su personalidad y talento arrasadores,
intentaba rebajar su protagonismo en el estudio. Camille dejó escrita en su
correspondencia de la época que él se aprovechaba de ella, que las obras que presentaba
como propias eran producto de su talento menospreciado.
Las vejaciones y humillaciones se sucedían. Una y otra vez le prometía que se casarían,
pero todo era una mentira. Camille, profundamente humillada, abandonó a Rodin.
La soledad, la locura y el encierro.
Se encerró en su propio estudio y
comenzó a tratar de abrirse camino, sola como escultora. Pero la escultura es
un arte muy caro y sin medios, al poco tiempo terminó en la miseria. Tenía
aproximadamente 30 años. Carecía de todo: calor en invierno, ropa decente,
insumos para sus obras. Vivía para trabajar, pero nunca pudo lograr
reconocimiento. Mientras Rodin era aclamado, las esculturas de Camille eran
prácticamente ignoradas.
Cada día se fue encerrando más en si misma. Y parece que entonces
enloqueció, según dicen las crónicas. Esculpía y rompía sus obras. Los vecinos
de su taller la oían gritar todo el día.
Perdió su belleza y su única relación fueron las decenas de gatos que
vagabundeaban por su estudio.
Una tarde, tres enfermeros echaron la puerta abajo y le colocaron una
camisa de fuerza. Por orden de su madre, fue ingresada en un sanatorio
psiquiátrico próximo a París. Nunca más volvió a esculpir . Se le diagnosticó
"una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de
grandeza". Permaneció 30 años encerrada. Por más que suplicaba por atención médica, por
visitas, por un hospital más acogedor, jamás lo logró. Allí nadie sabía
siquiera que era una escultora de talento.
“ Tras apoderarse de la obra realizada a lo largo de
toda mi vida, me obligan a cumplir los años de prisión que tanto merecían
ellos...". Estas palabras fueron
escritas por Camille al cumplirse el
séptimo año de lo que ella misma calificaba como "penitencia", su
internamiento en el manicomio.
Su madre se ocupó, a pesar de que Camille, pasaba períodos de lucidez de
que nunca tuviera contacto con ninguna persona, ni siquiera por carta. Cuando
murió, ni siquiera su cuerpo pudo ser rescatado del manicomio.
Casi medio siglo después de su muerte, sus obras renacieron ,viajaron y
asombraron. En Tokio, los ciegos pidieron permiso para palpar sus esculturas. Pudieron tocarlas. Dijeron que las
esculturas respiraban.
Una exposición en Madrid, con
cerca de un centenar de sus obras, arroja luz acerca de la obra y la tortuosa
personalidad de Camille.
En el imaginario colectivo, ella
conserva las trazas sensuales de la actriz francesa Isabelle Adjani, quien la
resucitó para el cine en La pasión de Clamille Claudel en1988, con Gerard Depardieu como Rodin. Las
fotografías descubren una mujer de deslumbrantes ojos verdes con aura dorada y
una infinita tristeza.
Cuantas mujeres con talento, con vidas invisibles, atrapadas,
encorsetadas en medios de prejuicios habrán vivido a través de los milenios poblando un
mundo que las ignoró y las desconoció.
"No he hecho todo lo que he hecho para terminar
mi vida engrosando el número de recluidos en un sanatorio, merecía algo más". dejó escrito Camille.
Me entristecen mucho esas historias de vida desdichada. Uno lo lee en unos minutos pero sus 30 años de encierro tuvieron sus meses, sus días y sus horas.
ResponderEliminarA uno le duele arrastrar una tristeza un par de semanas, no me quiero ni imaginar lo que debió haber sido el tormento de esta mujer, como el de tantos otros y otras
Brillante, como siempre
Es verdad, tengo muchisimos editoriales de mujeres, en un principio, solo hacia sobre mujeres, despues me fuí abriendo a otros temas. Hay tantas y tantisimas mujeres que de un modo u otro han sufrido tanto. Es dificil imaginar vidas tan desdichadas.
ResponderEliminarDa miedo pensar en cuantos enfermos mentales son producto de los que los rodean.
ResponderEliminarQué bueno que la recuerdes!!! Si, como decís...hay tantas mujeres olvidadas por prejuicios, que aún en la actualidad se dan. Pero el recordarlas, hace un gran aporte. Gracias Laura! María Gabriela
ResponderEliminarGracias chicas, todo un tema tanta gente talentosa que pueda estar invisibilizada y ni hablemos de gente que pueda estar encerrada. Gracias por leerme.
ResponderEliminarLa verdad que me da muchísima pena!
ResponderEliminarGracias por publicarlo, por cierto nos gusta tu blog, te seguimos.
Pásate por el nuestro si quieres!
Un beso y nos leemos!
Gracias chicos, los voy a buscar y los seguiré.
ResponderEliminar¡Hola! Es impresionante las vidas de estas talentosas personas. La verdad es que es muy triste cómo acabó todo, pero tenían una gran imaginación y creatividad para hacer todas esas cosas hermosas que ahora se aprecian con cuidado. Me gustó la entrada, te estoy siguiendo, un besote, nos leemos.
ResponderEliminarMuchas gracias Agus, me encanta que te haya gustado el artículo. Saludos.
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