Hace un tiempo y como si fuera premonitorio, vi la publicidad del libro
Laura. Vida y militancia de Laura Carlotto y decidí comprarlo.
Siempre admiré la lucha de Estela de Carlotto, la he ido a escuchar
cuando he tenido oportunidad, y conocerla desde su rol de madre y poder leer
sobre la historia y circunstancias de su hija Laura, me pareció algo sumamente interesante.
La autora del libro es María Eugenia Ludueña una reconocida periodista
santafesina que ha escrito en múltiples medios gráficos, ha producido
documentales y actualmente colabora con el equipo de Conectar Igualdad del
Ministerio de Educación y en Agencia Infojus Noticias. Este es su primer libro de no ficción.
Estela escribió el prólogo del libro. “Soy la mamá de Laura. La primera
hija, la soñada, la querida, la esperada, igual que los otros tres que vinieron
después. Pero ella fue algo especial por la vida que vivió: una vida corta,
intensa, con mucho contenido. (….) Como mamá de Laura-por el orgullo que
siento, por el amor, porque la extraño, porque me acompaña aunque no está- que
escriban de ella me hace muy bien. Porque es como no olvidarla”.
LAURA
El libro narra la infancia y adolescencia de Laura, sus relaciones con
amigos y sus noviecitos adolescentes
en La Plata , con su madre maestra y su
cariñoso padre, sus hermanos, en el
contexto de esa familia de clase media como tantas. Una chica como otras de la década del 70, a la que le gustaba Victor Heredía, Mercedes
Sosa o Joan Manuel Serrat.
Y luego la historia de su militancia, la iniciación ideológica en el
Normal 1 de La Plata, el ingreso a la Universidad y la tarea política de
propaganda y comunicación en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). A medida
que el libro nos va narrando la vida de Laura contextualiza con los hechos que
van ocurriendo en el país en esa época tan turbulenta. La JUP y la Organización
Montoneros se atraviesan mutuamente. Comparten miembros, lenguaje e ideales.
Según consigna la autora, a pesar de su dedicación por la causa, Laura es
una militante muy periférica. La organización a la que pertenecía era machista
y vertical y si bien su compromiso era importante no se constituyó en una
personalidad destacada dentro de la organización.
Laura se casa con un compañero de militancia en 1973, y en aquel
inolvidable 1º de mayo de 1974, cuando Perón llama imberbes y estúpidos a los
jóvenes de la militancia, Laura está
allí, en la Plaza de Mayo, junto a su marido. Regresan desilusionados y tristes.
El 6 de septiembre de 1974, reciben la orden de sus superiores del pase a
la clandestinidad. Comienzan a caer los amigos en manos de la Triple A. Con el
tiempo, el matrimonio se va desmoronando, hasta que finalmente se separan.
En tanto llega el golpe de 1976. Transcurre La Noche de los lápices, una
de las estudiantes secuestradas, María Claudia Falcone, es cuñada de la otra
hija de Estela, Claudia. Los Carlotto y
los Falcone son familias amigas. Los secuestros a los compañeros se multiplican, Laura cambia varias
veces de vivienda, pero ella manifiesta no creer que nada malo pueda pasarle.
Comienza a ser conocida como “Rita” en la organización. Estela vive preocupada
por sus dos hijas, ya que Claudia también es militante. Laura expresa que
aunque mueran muchos por esta causa, no será en vano.
Secuestran a Guido Carlotto, su padre y luego de veinticinco días lo
liberan. Guido fue golpeado y torturado y puede contar, a su regreso, lo que
sucede en los campos de concentración. Ha visto todo.
La familia deja de recibir noticias de Laura. Comienza la búsqueda,
Estela logra entrevistarse con altos mandos militares, pero las únicas noticias
que le llegan provienen de detenidos liberados. Ellos le informan que Laura
está bien, que está embazada, que el bebe iba a nacer en junio, que lo buscaran en la Casa Cuna y que se
llamará Guido como su abuelo.
La autora del libro recoge testimonios de la vida de Laura en cautiverio,
hasta el día 25 de agosto de 1978 cuando sus padres son citados en una Comisaría donde se les
informa que Laura ha muerto y que del niño nacido nada se sabe. La entrega del
cuerpo, el velatorio, la posterior exhumación se convierten en episodios
desgarradores.
Y luego la historia por todos conocida. La búsqueda de Estela, su trabajo
en Abuelas, su carisma, su lucha por la
justicia. Se transforma en un emblema, no solo argentino, sino mundial.
El último capítulo del libro se llama Guido, y narra la ilusión y espera
de toda la familia Carlotto por ese niño, luego joven y posteriormente adulto
que tal vez un día aparezca, para
compartir la mesa y la vida familiar.
Y el libro impreso en agosto de 2013 no
pudo contar el final de la historia.
GUIDO
El 5 de agosto de 2014, una emoción increíble recorre las venas de la
Argentina. El nieto de Estela luego de 36 años se presenta voluntariamente a
hacerse los estudios en la Conadi . Ignacio Urbán, luego Ignacio Guido Montoya
Carlotto, irrumpe en la vida de todos con una carga simbólica por lo que ya nada será igual en la búsqueda de nietos desaparecidos
"Hoy, yo soy Ignacio", fueron sus primeras palabras al presentarse en sociedad junto a Estela. Lo
escuchamos y lo miramos asombrados y azorados. Es músico, es militante por los derechos
humanos, se siente feliz de haber encontrado a su familia biológica. "Evidentemente hay una memoria genética y
una energía que traspasa todo, para que hoy esté yo acá" dijo Ignacio y
todos observamos esa memoria genética que derrota el dolor, los años y la
muerte. Conocimos a la familia paterna, Montoya, esa entrañable abuela del Sur y el
rompecabezas se completa.
Alguien dijo: Parece que toda la vida se preparó para ser el nieto de
Estela. Y así lo vemos. Un joven sano, lleno de vida, culto, sensible y de
mucho humor.
“Me siento más cómodo y estoy
acostumbrado a mi nombre, Ignacio, y lo quiero seguir conservando, pero
entiendo que hay una familia que hace mucho me llama Guido y para ellos soy
Guido, me siento cómodo con la verdad
que me toca y estoy feliz", declaró.
Y de esta manera, tal vez María Eugenia Ludueña, deberá reescribir el
último capítulo de su libro, dando cuenta de estos hechos, pero también será el
momento de saber como Guido llegó a
Olavarria, quién lo trasladó y porque se eligió a esos padres de crianza y
tantas otras revelaciones que se hacen necesarias.
Tantas dudas, tanta historia en
este círculo que hoy se cierra porque el amor siempre vence.
Impecable como siempre, Laura.
ResponderEliminarGracias Guille, sos un amigo !!!!
ResponderEliminarPrecioso. A veces la genética no vence, me gusta que en este caso si
ResponderEliminarGracias, Oliva, por pasarte por el blog. Es una gran lección de vida para todo el mundo.
ResponderEliminarLo leí con la piel erizada y volví a sentirme conmovida como cuando me enteré de las noticias. Su lucha tuvo recompensa, ojalá que sigan apareciendo más nietos. Muy buen artículo. Un beso.
ResponderEliminarGracias Anilla, un placer para mi que me leas. Saludos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarVeo que mi comentario fue eliminado... no sé que podré haber puesto de malo, ya no lo recuerdo, pero quizás fue algo muy político.
EliminarPerdón, no sabía.
Está todo bien Constanza. De mi parte no hay problemas
EliminarExcelente artículo, Laura. A mí también me conmovió la historia. Yo creo que la genética tiene su que ver. Hay algo que nos indica- casi siempre- cuáles son nuestros orígenes. A mí me encantan las autobiografías, en todas ellas, encuentro q ese apego-aunque en algunos casos no sea de afecto particularmente- por los ancestros, por saber de ellos, cómo llegaron hasta acá- sea Argentina, Uruguay, o cualquiera de los países americanos. Sí. Tiene su que ver. Y lo que escribiste también. Muchísimas gracias
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Alfa, también creo en estos asuntos de la genética, será por eso que me encantan nuestros " gallegos ". Esta es una historia muy particular para mi, tuve mi primer hijo, más o menos en los tiempos que nació Ignacio y durante tantísimos años he seguido esta historia como algo propio. Como casi todos los argentinos. Saludos, Alfa.
ResponderEliminarY a mí me tocó vivirla en mi adolescencia y viendo desaparecer y aparecer mil y un veces a mi hermano mayor...está vivo, pero perdido en algún lugar del mundo...desaparecido?...Mi viejo lo salvó varias veces...pero no pudo salvarlo de las torturas en cautiverio... Si, Ignacio Guido y Estela son todo un "antes y un después" para todos...Un beso, Laura. Como siempre impecable. gabi
ResponderEliminarGracias Gabi, por siempre pasarte por el blog ! Un abrazo grande.
ResponderEliminarLaura: desde Bombilla Tapada te he nominado para los premios Best Blog Award.
ResponderEliminarPasá por acá y enterate
http://bombillatapada.blogspot.com.ar/2014/11/nominacion-de-bombilla-tapada-los-best.html